sábado, 14 de diciembre de 2013

Forbidden love.

Caminas, enciendes el fuego y te llevas la mierda a la boca, aspiras, recuerdas a esa persona, te preguntas por qué no pudo ser, sientes esa extraña presión en el pecho, ganas de darle puñetazos a ese árbol que tienes delante, expiras el humo.

Es el sentimiento más pesado del mundo, el querer y no ser correspondido. Te levantas, comes, 'estudias', te duchas, sales de fiesta, y no puedes parar de pensar en esa persona. Ya es demasiado jodido el hecho de no tenerte, como para encima no poder vivir sin ti, y si a eso le sumas que esa persona esté siendo manoseada por otra, pues tu instinto asesino aumenta considerablemente.

Muchas cosas tienen que cambiar, e intento cambiarlas, pero sigo tropezando siempre con la misma piedra. Ya sé que valgo mucho para estar todo el día de capa caída o enfadado y blah blah blah, no necesito que nadie me recuerde lo que ya sé, y es que prefiero que me saquen a tomar unas copas o a ver una película a que me manden un mensaje por Whatsapp diciéndome todas esas cosas que ¡claro que agradezco! Pero a veces siento que no son suficientes, y nada originales.

De nuevo el corazón puede más que la razón, y si hay algo de lo que me he dado cuenta, es que por mucho que digas que jamás vas a volver a enamorarte de una persona por miedo al daño, te puedo asegurar que vas a volver a hacerlo, y no solo una vez, sino veinte. A veces es mejor aceptar las cosas tal y como son, y buscarles solución a tiempo teniendo un poco más de amor propio, y no quejándose todo el rato por redes sociales; a nadie le importa más que a ti tu vida y tus problemas.


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